Críticas

LA TRIBUNA
El acuarelista Manolo Jiménez
TRINO / TORTOSA | ACTUALIZADO 24.02.2015 - 01:00

EL mensaje que nos transmite la acuarela de Manolo Jiménez, es tan amplio, que pocos profesionales y entendidos, en esta disciplina, divagan lo más mínimo a la hora de valorarlo. La primera impresión que se percibe, al observar detenidamente su obra, es la de disfrutar intensamente de un espectáculo de extraordinaria belleza plástica, que estremece y acaparanuestra atención , con el lirismo poético que caracteriza a su lenguaje plástico.

El sentido de unidad del color, imprescindible para la consecución feliz de cualquier resultado de mérito, preside con elegancia y sutileza, el total de los ricos cromatísmos de sus pinceles, tan bien sintonizados, que dan lugar al equilibrio de las formas, sin caer en ningún momento, en la estaticidad de los volúmenes, ni en el abuso rigido del dibujo, tantas veces culpable del fracaso acuarelístico.

Manolo Jiménez, con su peculiar estilo, producto de sus constantes búsquedas y capacidades creativas, se hace merecedor de los mayores elogios debido, precisamente, a esa calma soñadora que consigue en sus acuarelas, con la aparente sensación de haberlas realizado con, tan sólo, un soplo colorista, para engrandecerlas y nutrirlas de sensibilidad.

El maestro granadino, no necesita grandes ayudas técnicas para plasmar con acierto sus mayores conquistas. Domina los espacios, construye amplias atmósferas de paz, con la medición exacta y visual de las distancias y sostiene los equilibrios. Baste dejarnos guiar por nuestro instinto observador para apreciar sus virtudes, imbuídas en el mismo misterio que activa la emoción y nos da motivos, más que suficientes, para saber diferenciar lo verdaderamente bueno de lo insustancial e instrascendente.

Aquellos pintores que caen en el inmovilismo de su arte, repitiéndose hasta la saciedad, es como decir que su capacidad creativa está agotadao muerta. Necesitan avanzar en sus repertorios y no sucumbir jamás ante el acomodo de los trabajos de rutina. Cuando esto sucede, mejor retirarse. Peor todavía resulta, la función que realizan los copístas de turno, que basan sus pocos mérito, en el plagio descarado de las soluciones plásticas que otros les proporcionan. "Desverguenzas" que no puede ir más allá del reconocimiento que pueda aportar la habilidad. Estos son los que siempre dicen hacerlo bien, pero los que nunca pueden consagrarse ni llevar consigo, la titulación de artista.

Sólo la ignorancia de quienes no saben analizar ni enjuiciar, el mérito creador, pueden animarles , otorgándoles valoraciones y consideraciones inmerecidas. Tengamos siempre bien presente que: La habilidad, sin creatividad, produce frio, no puede conformar ni culminar ninguna pretensión artística seria. De ahí, que sean muchos los llamados y muy pocos los elegidos. Cualquier pintor, hasta que no se desembaraza y se libera de las influencias recibidas, de sus antecesores, no puede presumir de artísta. Y, que conste, que todos los grandes genios de la pintura, pasaron por ese aprendizage previo: una circunstancia que hay que olvidar en algún momento para romper y dar rienda suelta a las grandes potencialidades creativas que les asisten para triunfar y consagrarse de la forma que hay que hacerlo. Con personalidad propia.

Manolo Jiménez, nos vale como ejemplo de pintor autodidacta y definitivo, en el que no se da ninguna de esas adversas circunstancias que tanto desmerecen.

Fue un honor tenerle en nuestra redacción y compartir con él, conceptos, maneras de ver y de sentir, desde la interpretación más pura,de esta técnica centenaria "al agua", como es la acuarela.

Un artista de gran talla, capaz de codearse con los de mayor prestigio internacional que forma parte ya de esa lista que conforma el mundo acuarelístico y que crea afición allá por donde pase.

No serán pocos, los que traten de imitarle, como siempre sucede en la pintura.


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